lunes, 12 de julio de 2010

Alquimia. Paulo Coello

Alquimia

La beata de Baependi

Paulo Coelho
--www.paulocoelhoblog.com




Hace mucho tiempo, durante mi periodo hippie, mi hermana me pidió que fuera el padrino de su primera hija. Acabó pasando un año entero, y el bautismo nunca llegaba a celebrarse. Fui a preguntarle lo que había ocurrido, y ella me respondió: "Tú sigues siendo el padrino. Lo que pasa es que le hice una promesa a Doña Chica, y quiero bautizarla en Baependi, porque ella me concedió una gracia".

Nunca había oído hablar de Doña Chica. Los años hippies terminaron pasando, y finalmente, en 1978, se tomó la decisión, y las dos familias se desplazaron hasta allá. Descubrí entonces que Doña Chica, que no tenía recursos ni para su propio sustento, dedicó 30 años de su vida a construir una iglesia y a ayudar a los pobres.

Yo había pasado por un periodo muy turbulento de mi vida, y había dejado de creer en Dios. Había renunciado a mis locos sueños de juventud (entre los que se encontraba el de ser escritor). Me encontraba en aquella iglesia apenas para cumplir con un deber social. Mientras esperaba el inicio de la ceremonia, acabé entrando en la humilde casa de Doña Chica, al lado de la iglesia: apenas dos cuartos y un pequeño altar con algunas imágenes de santos y un jarrón con tres rosas, dos rojas y una blanca.

En un impulso, hice un pedido: "Si, a pesar de todo, algún día consigo llegar a ser el escritor en que quería convertirme, entonces regresaré aquí cuando tenga 50 años, y traeré dos rosas rojas y una blanca.

Con la única intención de recordar este bautismo, compré una estampita de Doña Chica. En el regreso a Río, se desencadena la tragedia: un autobús frena en seco súbitamente delante de mí.

Dando un volantazo consigo esquivar el choque, y también mi cuñado sale indemne. Aparcamos en el arcén. Yo busco en el bolsillo un cigarrillo, y junto al paquete sale la estampa de Doña Chica, silenciosa en su mensaje de protección.

En ese punto comenzaba mi camino de regreso hacia los sueños, hacia la búsqueda espiritual, hacia la literatura. Nunca me olvidé de las tres rosas.

Finalmente, los 50 años acabaron llegando.

Fui a Baependi a cumplir mi promesa. Alguien me vio llegando a Caxambu, y un periodista vino a entrevistarme. Cuando le conté lo que estaba haciendo allí, él me pidió: ­Escriba sobre Doña Chica. Su cuerpo fue exhumado esta semana, y el proceso de beatificación está en el Vaticano. Es necesario reunir todos los testimonios posibles.

­No ­dije yo­. Es una historia muy íntima. Sólo hablaría si recibiese una señal. Y me dije a mí mismo: "¿Qué tipo de señal podría ser? ¡Sólo la reconocería si alguien viniese a hablarme en su nombre!" Al día siguiente, sin olvidar las flores, subí al coche y me dirigí a Baependi. Cuando estaba a punto de entrar en la casa, una mujer joven salió de una tienda de ropa: ­Vi que dedicó su libro Maktub a Doña Chica ­dijo­. Le aseguro que se puso muy contenta.

Y no me pidió nada. Pero ésa era la señal que estaba esperando. Y ésta es la declaración pública que yo necesitaba hacer.

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