De
la Libertad de Tránsito en la Venezuela de la V República
Tengo un amigo que me dijo que
tiene un amigo que dice que le gustan más los gatos que los perros, porque no hay “gatos policías”. Y nos
guste o no, el Poder de Policía, ejercido por el Estado a través del Cuerpo de
Policía –la Policía- es un mal necesario en este sistema mundial. Es decir, en
la “sociedad ideal”, la sociedad basada en la Solidaridad y la Igualdad, que
consecuentemente fructificarían en Justicia y Paz, no existiría la Policía, ya
que independientemente de otras funciones que asuma o se le atribuyan, esta es
una fórmula de la sociedad organizada en estado, de naturaleza represiva. Es decir, es un poder creado para controlar y
reprimir aún en sociedades avanzadas, quiero decir sociedades con un grado
importante de apego al respeto a los derechos ciudadanos y civiles, por ejemplo
Cuba –país donde estuve en un par de ocasiones- y Noruega –país donde tengo
afectos cercanos-.
En otras sociedades con grado de
avance importante, especialmente en el llamado “Primer Mundo”, EE UU. y España
–sólo para citar dos ejemplos-, el ciudadano común se ve cubierto de una manera
más real por esto que técnica y jurídicamente se conoce como Estado de Derecho.
O sea, las personas pueden circular, trabajar y divertirse con amplia libertad
individual, siempre y cuando no infrinjan las normas y las leyes; es decir
“usted es dueño de su vida y de su quehacer, mientras no se demuestre o presuma
con evidencia real, que está contraviniendo alguna norma o ley”. En términos
jurídicos se expresa “la buena fe se presume, la mala fe se demuestra”, o como
lo vemos en las series de televisión: “toda persona es inocente hasta que se
demuestre su culpabilidad”.
Para citar un ejemplo, es por
eso, por el Estado de Derecho, que en los organizados países del llamado Primer
Mundo sea tan fácil ser un inmigrante ilegal… ACLARACIÓN: un “inmigrante
ilegal” no es un delincuente, es alguien que está en un país que no es el suyo
y simplemente carece de la documentación que lo legitima como habitante de ese
país. Por ejemplo: una gran cantidad de venezolanos tiene al menos un pariente
o un amigo viviendo “ilegalmente” en los EE UU. ¿Cómo es posible que en un país
tan organizado y controlado, con policías bien entrenadas y equipadas, donde no
es tan fácil el soborno y la “matraca”, sea tanto el inmigrante ilegal?
Sencillamente porque los policías están aplicados y coordinados para tareas más
importantes y efectivas que estar parados en un parque público o una avenida
exigiéndole documentos a cada persona que pasa. Esa práctica, aparte de ser muy
pobre en resultados reales y contribuir al malhumor general, está en contra del
Estado de Derecho y en mayor o menor grado, es una característica de los
regímenes dictatoriales.
En Venezuela, aún a pesar de la
pésima o inexistente Educación Cívica, la gran mayoría del pueblo, la gran
mayoría de El Soberano, vive y se desenvuelve dentro de la ley. Los
infractores, los delincuentes, los ilegales son una pequeña minoría. En un país
con un Estado de Derecho real y funcional no se molesta a cientos de
transeúntes porque por ahí cae uno sorprendido en un ilícito. No se puede parar
y controlar la carga y los papeles de cada camión que traspone una frontera
estadal, porque eso es pérdida de tiempo (que se traduce en costos en un país
con redes viales colapsadas), porque es una práctica muy pobre en resultados
reales e insume cantidades significativas de recursos humanos que podrían
aplicarse a tareas más constructivas y efectivas, y contribuye al malestar del
trabajador honesto; aun más, contribuye a la extorsión, el soborno y la
matraca, está en contra de la presunción de buena fe, y violenta el Estado de
Derecho Constitucional. Estoy seguro que –si las hay- las estadísticas
mostrarán claramente que la detección, seguimiento y neutralización de
elementos delictivos, es mayoritariamente resultado de operaciones de
inteligencia, denuncias o delaciones, y no de dos policías novatos exigiendo
papeles a un ciclista, o un guardia nacional revisando ávidamente el empaque de
Ping-pong de un distribuidor de
chucherías. Esas prácticas, lo mismo que los operativos en que se detiene
autobuses para bajar, revisar y palpar de armas a los pasajeros, son una forma
de terrorismo de Estado de baja intensidad que logra, entre otros, dos
resultados convenientes a los gobiernos de facto: por un lado, atemoriza al
ciudadano común por la vía del maltrato inmerecido, y por otro, suministra una
pequeña cuota de poder e impunidad que significan un paliativo a la
disconformidad de elementos policiales sobreexplotados, mal equipados y mal
atendidos. La Venezuela de la IV República construyó su modelo de “democracia”
utilizando este tipo de mecanismos para consolidar su poder…
…¿Y la Venezuela de la V
República?... Silvio Rodríguez dice: Nadie
sabe qué cosa es el comunismo y eso puede ser pasto de la censura… Algo
parecido ocurre con el término “Revolución”: la propaganda malintencionada de
los que la adversan, encuentra su ratificación en la prédica y la práctica de
los que la apoyan sin entenderla.
La Revolución, como la Sociedad
Perfecta, o la Felicidad, no existen, existe el camino. Es decir, no hay una
culminación en la búsqueda de la Felicidad, ni de la Revolución, siempre será
posible y necesario hacer algo más. “Revolución” no tiene nada que ver
con “dictadura”, “imposición”, “represión” o “violencia”. Revolución es
simplemente “vuelta”, “cambio”, “movimiento” (que es “vida”)… …Y la vida sin
Revolución no es vida, y la Revolución sin vida no es “Revolución”… Y la
Revolución Fundamental es revolucionarse.
Estoy definitivamente convencido
de que el Presidente entiende esto cada vez que dice “Revolución”, pero en la
medida que avanza este Proceso y en la medida que viajo o transito por las
carreteras o ciudades venezolanas, descubro con tristeza y más con enojo,
cuántas cosas –en la práctica- no han cambiado nada. Y el tiempo pasa.
Es posible que se estén creando y
corrigiendo los mecanismos legales para depurar los severos vicios arraigados
en la parodia de democracia con que los dueños de todo engañaban al Pueblo de
Venezuela. Pero el conocimiento, acceso y manejo de esos mecanismos está
todavía restringido a los ámbitos técnicos y jurídicos (como el COPP), y muy
poco de democracia real y práctica se aprecia en lo cotidiano.
El ciudadano común, el Pueblo, El
Soberano empieza a portar consigo y leer una Constitución azul que le afirma
sus derechos, pero permanece aún indefenso ante los atropellos cotidianos de
cuerpos de seguridad que siguen aplicando las prácticas represivas y coercitivas
de la IV República. Un derecho tan elemental como el de Libre Circulación, es
cotidianamente violado en Venezuela. El ciudadano común –El Soberano- está
indefenso y expuesto a ser requisado a capricho por cualquier cuerpo de
seguridad, simplemente por estar circulando en la vía pública y aunque no medie
una razón real o aparente.
Un dicho popular reza que “para
morirse sólo es necesario estar vivo”, jugando con esta idea, podríamos
asegurar que en Venezuela, “para ser abordado y requisado sólo es necesario estar
caminando por la vía pública.”
Sufrir el acoso del control
permanente y el interrogatorio, es una mala costumbre impresa por repetición en
la conciencia del ciudadano, que acepta con excesiva tolerancia y pasividad el
atropello. Y es a todas luces evidente que no se trata de prácticas llevadas a
cabo por elementos rebeldes aislados, sino que forman parte de la estructura
filosófica de los responsables de diseñar y ensayar otros mecanismos, y sin
embargo repiten prosaicamente los operativos de la vieja Venezuela, contra los
que votó El Soberano cuando eligió la Revolución propuesta por Hugo Chávez.
La buena fe se presume, la mala fe se demuestra. Esto debería ser
base estructural en la formación del efectivo policial, que debe estar atento,
vigilante y servicial, con el “honor como divisa” como reza el eslogan,
y no tan dispuesto a desconfiar e increpar al transeúnte.
Además, el de Libre Circulación
es un Derecho Constitucional que no se pierde por no portar un documento de
identidad, una persona es quien dice ser, salvo que se demuestre o haya una
sospecha fundada de lo contrario. En países con burocracias estatales
anacrónicas, como Argentina (que además tiene una larga y terrible historia de
dictaduras), el ciudadano común sale sin documentos a la calle, ya que el mayor
problema que pudiera afrontar sería perderlos y tener que tramitarlos
nuevamente, a nadie se le ocurre que lo va a parar un policía para pedírselos.
Los documentos personales son necesarios para hacer trámites, comprar o vender
cosas importantes, viajar, identificarse a la hora de un problema o accidente,
situaciones excepcionales, etc…
También en situaciones
excepcionales, las Fuerzas Armadas intervienen en ámbitos que son de
incumbencia del Poder Civil, y en esas situaciones excepcionales se desdibujan
fronteras que deben ser recompuestas perentoriamente, para evitar que la
“situación excepcional” se transforme en una “normalidad” que producirá
conflictos al mezclarse un poder vertical con uno horizontal, que generalmente
será el más perjudicado. La Sociedad Mundial y especialmente América Latina,
conocen de sobra las calamidades en que resultan esos desórdenes. La democracia
venezolana arrastra este desorden como una carga más de las que componen la
pesada herencia de la IV República, y tratándose de un desorden típico de los
regímenes de facto, una vez más proporciona argumentos consistentes a los
enemigos del Proceso, que presentan a Chávez como “dictador déspota”.
No creo que exista en el planeta
una democracia perfecta donde todos los ciudadanos gocen de los mismos
derechos, pero la indefensión del ciudadano común venezolano ante el atropello
de cualquier uniformado no concuerda en absoluto con ninguna forma de
democracia, y la continuidad de esa deformación a varios años de Gobierno Bolivariano
está muy lejos de ser revolucionaria.
Ninguna Revolución Bonita, que
tenga como objetivos la Solidaridad y la Igualdad, se construye a partir de la
desconfianza, y es deber del Estado inculcar y vigilar la aplicación de este
principio en las Instituciones. Por ejemplo, elevando al Poder de Policía hasta
un sitial de protector integrado a la sociedad, y no perpetuándolo como poder
represivo y antipático, ocupado en cuidar los bancos donde los ricos tienen su
plata.
LA REVOLUCIÓN FUNDAMENTAL ES REVOLUCIONARSE.
IDEAS ORIGINALES CONTRA LAS
VIEJAS PRÁCTICAS.
SOLUCIONES NUEVAS A LOS VIEJOS
PROBLEMAS.
EQUIVOQUÉMONOS POR ENSAYAR, NO
POR REPETIR.
Desde
Mérida, República Bolivariana de Venezuela, Arturo Arce