domingo, 24 de junio de 2012

Clásicos Gerenciales Cuánto vale “suponer” en la comunicación Por: Juan Carlos Caramés Paz Siempre comento en mis conferencias que el significado de la comunicación, es la respuesta que usted recibe. Buena o mala, pero es la respuesta que usted recibe. Comunicación es en verdad lograr un espacio de común acuerdo entre dos o más personas, a partir de una comprensión mutua de pensamientos, emociones y necesidades. Pero esta comunicación no siempre es efectiva, por no decir una muy buena cantidad de veces. Hay muchos factores que la afectan, que la degradan, que le restan precisión, sintonía y claridad. Uno de los factores principales que afecta a la comunicación, es la “Suposición”, es decir, suponer que el otro supone. Alguna vez le ha pasado suponer que la otra persona suponga, lo que se supone debería suceder. Hacer lo contrario, traer lo que no es, vestirse de un color diferente, dejar la maleta, imprimir un certificado con información incorrecta, ir al banco sin llevar el cheque para depositar (que se suponían alguien debió colocar en el sobre a llevar), llegar a la reunión cuando no correspondía. Hace poco asistía a un cliente en un evento, el cual haríamos en algunas ciudades distintas del país, y dos de ellas fuera de Venezuela. Eran unos cuantos viajes en avión. Semanas antes me habían enviado, en varios correos todos los pasajes para los vuelos, con sus lugares de salida y llegada, además de sus escalas. Los primeros correos que había revisado estaban correctos. Todo era lo acordado con mi cliente. Cada pasaje correspondía a la logística acordada. Había un correo que, por cosas de las urgencias del día a día, no me había tomado el tiempo para revisar. Y los días pasaban, y la fecha de partida se acercaba. Por dejar que lo importante se convierta en urgente, la fecha de partida había llegado. Y todo estaba saliendo como se había acordado. Di mi conferencia, y mi regreso era para el día siguiente. Me levanté a las cuatro de la madrugada, para evitar alguna complicación en mi salida y llegué de tercero a la fila de chequeo en la aerolínea. Cuando me tocó el turno, di en el mostrador mi pasaporte y boleto. Noté que los segundos pasaban y no me daban mi ticket de abordaje. El agente chequeaba y chequeaba, hasta que vi su mirada delatadora. Con una cara de perplejo, me informaba que mi regreso estaba en sistema, el 15, pero del mes siguiente. En otro artículo les cuento lo que me pasó en esos cuatro días que tuve que esperar para regresar a Venezuela. Nunca olvides esta máxima que dice: “Sólo hay comunicación, si hay validación”. Suponer te puede salir caro. Cuando supones lo obvio, ya tienes asegurado un margen de por lo menos un cincuenta por ciento de error. SI, como lo acabas de leer, 50%, de posibilidad de un gran y tremendo error. Cuando supones, y de verdad ocurre lo que no debía suceder, siempre hay partes que se afectan emocionalmente. Cuando me refiero a partes, hablo de seres humanos. Sin querer, comenzamos a buscar culpables, hasta marear en frustración. La rabia y la frustración son las emociones que más suelen acompañar a la suposición, en el proceso de la comunicación. Cuando supones, y pasa todo lo contrario a lo acordado, los costos presupuestados se afectan desde lo poco imaginado, hasta lo increíblemente lamentado. Por cierto esta partida no existe en la contabilidad financiera tradicional. Cuánto puede costar, suponer que tu pareja trajo la cámara para ese viaje especial, del cual tu tanto tiempo planificaste, cuando en verdad se le quedó por salir apurada para el aeropuerto. O peor, cuánto puede costar, que aún después de filmar y ver varias veces tu grabación, vino alguien y grabó por encima de lo que tú tenías, por solo no preguntar si se podía grabar. Te imaginas que te pase, sobre una grabación de diez días en la Gran Sabana. Cuando supones, se desgasta la relación, y hasta la confianza se ve fracturada. Reincidentes equivocaciones por suponer, generan relaciones de incertidumbre, que erosionan la química de la semántica comunicacional. Pocos o nadie, confía en nadie. Cuando supones, pones en su máxima expresión la frustración de no haber revisado. Y más cuando recuerdas, que validar la suposición, la mayoría de las veces, solo toma unos cuantos segundos. ¿Qué puedes hacer para no ser otra víctima o no tener otro día de frustración por suponer? Es muy sencillo. Primero, lo que comenté hace pocas líneas, acostúmbrate a tomarte esos segundos para verificar lo que debería pasar, lo que lógicamente debe suceder. Segundo, retroalimente con su interlocutor lo conversado, lo acordado. Acostúmbrate al final de una conversación, hacer un resumen de lo tratado y un chequeo de acuerdos y/o decisiones tomados. Es increíble la cantidad de transacciones negativas que tienen parejas, amigos y compañeros de trabajo, por no retroalimentar lo acordado. Cuando ello se hace, ya son dos los responsables, ya es más complicado lanzar culpables y diretes, que tanto desgastan y complican las relaciones. Tercero, y último, nunca olvides el embudo de la comunicación, no es lo mismo lo que tú quieres decir, a lo que el otro oye. No es lo mismo lo que él escucha, a lo que él comprende. Y tampoco, no es lo mismo lo que él rec

Clásicos Gerenciales
Cuánto vale “suponer” en la comunicación
Por: Juan Carlos Caramés Paz
Siempre comento en mis conferencias que el significado de la comunicación, es la respuesta que usted recibe. Buena o mala, pero es la respuesta que usted recibe. 
Comunicación es en verdad lograr un espacio de común acuerdo entre dos o más personas,  a partir de una comprensión mutua de pensamientos,  emociones y necesidades. Pero esta comunicación no siempre es efectiva, por no decir una muy buena cantidad de veces. Hay muchos factores que la afectan, que la degradan, que le restan precisión, sintonía y claridad. 
Uno de los factores principales que afecta a la comunicación, es la “Suposición”, es decir, suponer que el otro supone. 
Alguna vez le ha pasado suponer que la otra persona suponga, lo que se supone debería suceder. Hacer lo contrario, traer lo que no es, vestirse de un color diferente, dejar la maleta, imprimir un certificado con información incorrecta, ir al banco sin llevar el cheque para depositar (que se suponían alguien debió colocar en el sobre a llevar), llegar a la reunión cuando no correspondía. 
Hace poco asistía a un cliente en un evento, el cual haríamos en algunas ciudades distintas del país, y dos de ellas fuera de Venezuela. Eran unos cuantos viajes en avión. Semanas antes me habían enviado, en varios correos todos los pasajes para los vuelos, con sus lugares de salida y llegada, además de sus escalas. 
Los primeros correos que había revisado estaban correctos. Todo era lo acordado con mi cliente. Cada pasaje correspondía a la logística acordada. Había un correo que, por cosas de las urgencias del día a día, no me había tomado el tiempo para revisar. Y los días pasaban, y la fecha de partida se acercaba. 
Por dejar que lo importante se convierta en urgente, la fecha de partida había llegado. Y todo estaba saliendo como se había acordado. Di mi conferencia, y mi regreso era para el día siguiente. Me levanté a las cuatro de la madrugada, para evitar alguna complicación en mi salida y llegué de tercero a la fila de chequeo en la aerolínea. 
Cuando me tocó el turno, di en el mostrador mi pasaporte y boleto. Noté que los segundos pasaban y no me daban mi ticket de abordaje. El agente chequeaba y chequeaba, hasta que vi su mirada delatadora. Con una cara de perplejo, me informaba que mi regreso estaba en sistema, el 15, pero del mes siguiente. En otro artículo les cuento lo que me pasó en esos cuatro días que tuve que esperar para regresar a Venezuela. 
Nunca olvides esta máxima que dice: “Sólo hay comunicación, si hay validación”. 
Suponer te puede salir caro. 
Cuando supones lo obvio, ya tienes asegurado un margen de por lo menos un cincuenta por ciento de error. SI, como lo acabas de leer, 50%, de posibilidad de un gran y tremendo error. 
Cuando supones, y de verdad ocurre lo que no debía suceder, siempre hay  partes que se afectan emocionalmente. Cuando me refiero a partes, hablo de seres humanos. Sin querer, comenzamos a buscar culpables, hasta marear en frustración. La rabia y la frustración son las emociones que más suelen acompañar a la suposición, en el proceso de la comunicación. 
Cuando supones, y pasa todo lo contrario a lo acordado, los costos presupuestados se afectan desde lo poco imaginado, hasta lo increíblemente lamentado. Por cierto esta partida no existe en la contabilidad financiera tradicional.    
Cuánto puede costar, suponer que tu pareja trajo la cámara para ese viaje especial, del cual tu tanto tiempo planificaste, cuando en verdad se le quedó por salir apurada para el aeropuerto. O peor, cuánto puede costar, que aún después de filmar y ver varias veces tu grabación, vino alguien y grabó por encima de lo que tú tenías, por solo no preguntar si se podía grabar. Te imaginas que te pase, sobre una grabación de diez días en la Gran Sabana. 
Cuando supones, se desgasta la relación, y hasta la confianza se ve fracturada. Reincidentes equivocaciones por suponer, generan relaciones de incertidumbre, que erosionan la química de la semántica comunicacional.  Pocos o nadie, confía en nadie. 
Cuando supones, pones en su máxima expresión la frustración de no haber revisado. Y más cuando recuerdas, que validar la suposición, la mayoría de las veces, solo toma unos cuantos segundos. 
¿Qué puedes hacer para no ser otra víctima o no tener otro día de frustración por suponer? Es muy sencillo. 
Primero, lo que comenté hace pocas líneas, acostúmbrate a tomarte esos segundos para verificar lo que debería pasar, lo que lógicamente debe suceder. 
Segundo, retroalimente con su interlocutor lo conversado, lo acordado. Acostúmbrate al final de una conversación, hacer un resumen de lo tratado y un chequeo de acuerdos y/o decisiones tomados. 
Es increíble la cantidad de transacciones negativas que tienen parejas, amigos y compañeros de trabajo, por no retroalimentar lo acordado. Cuando ello se hace, ya son dos los responsables, ya es más complicado lanzar culpables y diretes, que tanto desgastan y complican las relaciones.  
Tercero, y último, nunca olvides el embudo de la comunicación, no es lo mismo lo que tú quieres decir, a lo que el otro oye. No es lo mismo lo que él escucha, a lo que él comprende. Y tampoco, no es lo mismo lo que él recuerda, a lo que él interpreta. Por ello, no hay comunicación, sin validación. Mide la claridad de lo que comunicas, y menos complicaciones tendrás con tu pareja, con tus hijos, amigos, compañeros de trabajo, tu jefe, la vida misma. 
Nunca supongas, nada es obvio. Las palabras no siempre comunican con fidelidad el mensaje. 
@juanccarames
juancarloscaramespaz@gmail.com