jueves, 24 de febrero de 2011

La recompensa del dar


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Un hombre que se estaba ahogando hizo frenéticos ademanes a otro que estaba de pie en el borde de una piscina. Chapoteando hasta llegar cerca del borde, el hombre que se ahogaba gritó: “Amigo, deja que te ofrezca mi mano”. El otro individuo se acercó al agua, agarró la mano que hacia él se extendía, y puso a salvo al angustiado hombre. Después del incidente el salvavidas le dijo al rescatado: “Considero poco usual, que hayas dicho “deja que te ofrezca mi mano”, en vez de pedirme que te diera la mía”.
El hombre que fue salvado respondió: “¡Señor, yo trabajo para una organización caritativa, y he descubierto que las personas siempre están dispuestas a recibir que a dar!”
Aunque la tendencia de nuestra naturaleza humana sea recibir en vez de dar, ¡el Evangelio nos enseña que entregar es, en realidad, la forma más productiva de recibir!
Cualquier cosa que ofrezcamos a los demás, o que hagamos a favor de otros regresara a nosotros multiplicado. Este principio ha sido reconocido por el mundo de los negocios. Donald David ha expresado lo siguiente:
“Nunca serás promovido si nadie conoce tu empleo actual. La mejor base para lograr avanzar es, organizándote de tal manera que cumplas con tu responsabilidad. La mayoría de las personas reciben un ascenso, porque son empujadas hacia arriba por aquellos que están debajo, y no por el esfuerzo de los que gozan una posición más elevada”.
Busca medios para dar, a los que hoy día están a tu alrededor, en especial a aquellos que ocupan posiciones subordinadas. Comparte líberamente información con ellos, y sé generoso a la hora de reconocerlos y animarlos. Ofrece consejos sobre cómo desempeñar ciertas labores con mayor rapidez, eficiencia o con un nivel superior de calidad. Verás que mientras más ayudas a los demás en sus tareas, más fácil será tu propia carga laboral.
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo;
porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
Lucas 6:38
Tomado Del Libro Un Café Con Dios
Traducido al Español Por Gabriel Prada

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